Walter E Mehrer .- Fuerzas espirituales de construcción o destrucción
Dependiendo de dónde vivas, podrías mirar a tu alrededor y ver una gran cantidad de problemas, o simplemente enterarte sobre los desastres diarios en las noticias mientras desayunas por la mañana.
Atahualpa Mehrer
¿Qué hay en el menú de hoy? Huevos revueltos, un tiroteo masivo, otro escándalo político, las trágicas víctimas de la guerra, un huracán reforzado por el cambio climático en el Caribe y una buena taza de café caliente para pasarlo todo.
Cada época ha sido acosada por diferentes problemas y la nuestra no es diferente. Pero ahora existe una gran diferencia: muchos de los problemas del mundo son solo eso, los problemas del mundo.
Debido a que la humanidad se ha vuelto tan grande y tan interconectada, los pequeños problemas se han vuelto grandes; nuestra conciencia ha crecido y un problema en un lado del planeta ahora se puede conocer en todo el mundo.
Todos reaccionamos de manera diferente a este dilema. Algunos se cansan y se enfurecen tanto con estos problemas que deciden hacer algo por solucionar al menos con uno de ellos. Otros se sienten tan abrumados que los ignoran a todos y tratan de seguir con su vida cotidiana como si todo estuviera bien.
Pero si bien el mundo enfrenta numerosos problemas, debemos recordar los muchos desarrollos positivos que están tomando lugar junto a ellos. La pobreza extrema continúa disminuyendo; los niveles de alfabetización están aumentando; muchos movimientos dedicados al medio ambiente, los derechos de las mujeres y la justicia social han impulsado una gran cantidad de cambios sociales. Esto revela la realidad de dos procesos primarios que funcionan en el mundo actualmente: un proceso de destrucción que está destruyendo el viejo mundo y el proceso de construcción que construye el mundo de nuevo.
Los bahá’ís se centran en contribuir a los procesos positivos y recuerdan que la destrucción que está ocurriendo inevitablemente dará paso a la aparición de una sociedad nueva, más justa y pacífica.
A primera vista, podría parecer que los bahá’ís simplemente se ponen un par de lentes color rosa y plantan margaritas en el jardín. Pero contribuir a los procesos de construcción no significa ignorar los problemas del mundo. Bahá’u’lláh dijo:
Preocupaos fervientemente con las necesidades de la edad en que vivís y centrad vuestras deliberaciones en sus exigencias y requerimientos. – Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pág. 112.
Ignorar los problemas del mundo es ignorar a las numerosas personas que sufren en el mundo. Ignorar su sufrimiento nunca puede ser interpretado como noble, ser una persona espiritual es cuidar a los que sufren. Con respecto a las acciones de una persona espiritual, las enseñanzas bahá’ís dicen «Debiera socorrer al desposeído y nunca rehusar su favor al menesteroso«. – Bahá’u’lláh, El libro de la certeza, pág. 127.
En el mismo sentido, Abdu’l-Bahá dijo:
Asistid al mundo de la humanidad tanto como sea posible. Sed la fuente de consuelo para todo entristecido, ayudad a los débiles, sed un apoyo para los indigentes, cuidad a los enfermos, sed la causa de la glorificación de todos los humildes y amparad a aquellos que están dominados por el temor. – La promulgación a la paz universal, pág. 440.
Construir un mundo nuevo no puede separarse de los actos individuales de servicio a quienes sufren en este momento. De hecho, podemos decir que tal acción en sí misma despliega un poderoso signo de paz. Las semillas del cambio se plantan aquí mismo, en el corazón de los problemas que enfrentamos.
Pero aquí está el truco. Si bien debemos estar profundamente preocupados por los problemas del mundo y el sufrimiento de los demás, los escritos bahá’ís piden a todos que no dejemos que la situación nos turbe: «No dejéis que los sucesos del mundo os entristezcan«. – Bahá’u’lláh, citado por Shoghi Effendi en El advenimiento de la justicia divina, pág. 78.
Esto parece una contradicción, pero aquí hay una sutil distinción: la diferencia entre preocupación y consternación. Si me preocupa algo, me doy cuenta de la gravedad de la situación lo suficiente como para reconocer la necesidad de hacer algo para remediarlo. Por otro lado, si estoy lleno de consternación por algo, la sensación de preocupación, desaliento y negación paralizantes pueden superarme.
Esto podría ilustrarse con un problema de salud individual. Si una persona encuentra un bulto en su cuerpo, debe preocuparse lo suficiente como para ir al médico para que lo revisen. Ser demasiado laxo al respecto sería irresponsable y apático. Pero si una persona encontró el bulto y estaba demasiado preocupada, podría volverse completamente paranoica de que tiene cáncer y va a morir. Este estrés podría incluso tener algunas consecuencias importantes en su salud.
Lo mismo es cierto del mundo que nos rodea. Si estamos llenos de una preocupación desprendida por el mundo y su gente, reconoceremos honestamente cuáles son los problemas y nos dedicaremos, lo mejor que podamos, a trabajar para solucionarlos, por pequeños que sean nuestros esfuerzos. Pero si estamos llenos de consternación y una inminente sensación de fatalidad, podríamos participar en acciones agresivas e impacientes o vivir en una negación completa, y simplemente dejar que los problemas se prolonguen detrás del palacio dorado de nuestra ignorancia.
¿Qué nos permite vivir con preocupación sin que se convierta en consternación? Esperanza y certeza. Mientras que muchos problemas se intensifican y muchas estructuras sociales se derrumban, los bahá’ís creen que el futuro de la humanidad es brillante, ¡inimaginablemente brillante! Creer firmemente en la inevitable salvación de la humanidad le permite a una persona continuar enfocándose en un cambio positivo a pesar de los problemas que la bombardean por todos lados. Al mismo tiempo, esta mentalidad positiva no les hace ignorar por completo estos problemas, ni su mentalidad es una mera fantasía utópica. Creer en un futuro brillante debe estar respaldado por la acción.
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